Habitualmente, la gente no suele responder así cuando le llaman por teléfono, pero a M no le gustaba ser un tipo demasiado normal. Ahora, durante el diálogo, recordaba la noche anterior y la enorme luna llena que les acechaba, con cierta actitud predadora. Pensaba en el breve momento compartido y su fría conversación, contagiada por la temperatura de la calle y por esa especie de burbuja de distanciamiento, invisible y viscosa, que rodea a quienes hace poco que se conocen.
- ¿De verdad no te importa que intercambiemos escritos?
- Claro que no, para eso me apunté al curso; quiero aprender y divertirme y ¿qué mejor manera que haciendo estas "tareas"?.
- Por cierto, ¿de verdad te gustan tanto los libros de terror?
- Bueno, también los temo; supongo que todo me viene de cuando mis padres me prohibían ver pelis y leer libroos que pudieran darme miedo. De hecho creo que mi recuerdo más antiguo de esta particular censura familiar fue cuando me dejaron sin ver Barrio Sésamo porque salía el Conde Draco, jajaja.
- ¿Pero es cierto que estuviste una semana sin dormir mientras leías El Resplandor??!! jajaja
- No te rías, lo paso mal, pero a la vez me gusta. ¿No conoces la teoría de los diez mil sustos? se supone que dejas de temer todas estas cosas cuando has pasado por ese número de momentos de miedo; pero como mis padres me lo evitaron de pequeña, pues aquí me tienes...
La voz le temblaba un poco y eso a M le parecía muy sugerente, como si el saberlo le diera cierto poder sobre ella; aquello le excitaba. Insistió en recordarle escenas o situaciones que podían asustarle, siendo consciente de que estaba disfrutando de una mezcla de curiosidad y sadismo.
Entre tanta charla, M había estado dando vueltas por la casa mientras conversaba, siguiendo esta inquieta costumbre. Terminó su pequeño trayecto en el salón, frente a la cristalera que da a la calle. Desde la altura de su ático se podía contemplar perfectamente la ciudad, aunque la tormenta había arreciado y el panorama era un tanto borroso, constantemente iluminado por las frecuentes descargas eléctricas.
- Creo que deberíamos ver una peli juntos, porque me encanta contemplar el miedo en el rostro de una persona, jaja
- ¿de verdad quieres eso? - la voz de N se tornó más fría, pero con un sonido a la vez húmedo y cercano.
- pues... si, creo que...
y en ese instante, M dejó de hablar. Un inmenso relámpago lo iluminó todo, proyectando su imagen en el cristal, como si éste fuera un espejo. Su rostro reflejaba una expresión mortal: su boca entreabierta ya no emitiría más frases irónicas y sus ojos no podrían escapar de la visión fantasmal que aparecía al otro lado de la ventana. Una última frase pasó por la mente de M antes de morir de miedo.
"me alegro de que ayer no fueras mordida por un vampiro! ja ja ja"
- ¿De verdad no te importa que intercambiemos escritos?
- Claro que no, para eso me apunté al curso; quiero aprender y divertirme y ¿qué mejor manera que haciendo estas "tareas"?.
- Por cierto, ¿de verdad te gustan tanto los libros de terror?
- Bueno, también los temo; supongo que todo me viene de cuando mis padres me prohibían ver pelis y leer libroos que pudieran darme miedo. De hecho creo que mi recuerdo más antiguo de esta particular censura familiar fue cuando me dejaron sin ver Barrio Sésamo porque salía el Conde Draco, jajaja.
- ¿Pero es cierto que estuviste una semana sin dormir mientras leías El Resplandor??!! jajaja
- No te rías, lo paso mal, pero a la vez me gusta. ¿No conoces la teoría de los diez mil sustos? se supone que dejas de temer todas estas cosas cuando has pasado por ese número de momentos de miedo; pero como mis padres me lo evitaron de pequeña, pues aquí me tienes...
La voz le temblaba un poco y eso a M le parecía muy sugerente, como si el saberlo le diera cierto poder sobre ella; aquello le excitaba. Insistió en recordarle escenas o situaciones que podían asustarle, siendo consciente de que estaba disfrutando de una mezcla de curiosidad y sadismo.
Entre tanta charla, M había estado dando vueltas por la casa mientras conversaba, siguiendo esta inquieta costumbre. Terminó su pequeño trayecto en el salón, frente a la cristalera que da a la calle. Desde la altura de su ático se podía contemplar perfectamente la ciudad, aunque la tormenta había arreciado y el panorama era un tanto borroso, constantemente iluminado por las frecuentes descargas eléctricas.
- Creo que deberíamos ver una peli juntos, porque me encanta contemplar el miedo en el rostro de una persona, jaja
- ¿de verdad quieres eso? - la voz de N se tornó más fría, pero con un sonido a la vez húmedo y cercano.
- pues... si, creo que...
y en ese instante, M dejó de hablar. Un inmenso relámpago lo iluminó todo, proyectando su imagen en el cristal, como si éste fuera un espejo. Su rostro reflejaba una expresión mortal: su boca entreabierta ya no emitiría más frases irónicas y sus ojos no podrían escapar de la visión fantasmal que aparecía al otro lado de la ventana. Una última frase pasó por la mente de M antes de morir de miedo.
"me alegro de que ayer no fueras mordida por un vampiro! ja ja ja"
5 comentarios:
Tal vez esté un poco encasillado con este género, pero igual es que últimamente lo estoy pasando de miedo! jajaja
Humm... Creo que me alejaré de ti hasta que se te pase el toque de terror... No vaya a ser que te dé por ensayar jaja.
Aunque lo de asustarae al ver tu imagen reflejada es mas bien cómico ;P
Me recuerda al cuento de la princesa y el enano :) en versión siglo xxi y con miedo en vez de sonrisas jaja
hmmm, tal vez M vio otra cosa tras el cristal...
Odio las pelis de miedo. Me dan miedo....
A ver si al final va a resultar que sí eres un psicópata asesino que da miedo.... je je je
Kissssssssss
ja ja ja (risas malévolas)
bso
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