domingo, 9 de agosto de 2009

Llamada a filas


Por fin puedo revelar mi poder. He sido convocado para una misión, esta misma noche. La ciudad brilla de forma especial porque ahora no habrá más teatro y censura, por fin puedo ser yo: hoy hace falta que sea yo.
Paseantes, vecinos y conocidos pueden maravillarse con mis habilidades mutantes, secretamente silenciadas. Cuando levanto el vuelo y me quedo estático a 4 metros de altura puedo ver las expresiones de admiración de todos ellos; sus sonrisas y confianza, porque saben que no soy una amenaza.
Cuando aparecen los primeros demonios oscuros, con sus toscos, lentos y predecibles movimientos, resultan un blanco fácil para los rayos de energía azul que puedo convocar con sólo un poco de concentración.
Hay risas, aplausos, tranquilidad plural e ignorante, a pesar de que es la noche de la LLamada.
Vuelvo a ensayar mis movimientos y ahora realizo un hipersalto con pirueta para posarme en la cima de un edificio: quiero ver el cielo y sus nubes tormentosas una última vez antes de ir.

Al llegar, mi nítido y perfecto vuelo es acogido con miradas alegres. Pronto entiendo que los demás también son mutantes, algunos se teleportan, otros son blancos y dominan el frío; vale, tienen poderes, pero no son comparables a los míos. Pero llegan muchos más. Nunca imaginé tantos mutantes en la ciudad, o en el país, no sé de dónde salen, pero es bueno.
Llegan algunos más poderosos, lo leo en sus ojos. Ellos podrían destruir ejércitos con un movimiento de su brazo. Me fijo en Ella: tiene piel azul y es muy alta, me da cierto miedo su hiperexpresión.

Me despido de la gente normal, también de F. No te he hablado de F. pero es una chica morenita con una sonrisa tan dulce que no pude resistir. No tengo miedo de dejarla ahora, volveré en breve y estaremos bien.

La misión va a ser pan comido. El viaje es en metro hacia la zona M, la parte más oriental de Tokio. El vagón que nos transporta se mueve demasiado lento. Tengo que llegar primero. Salgo del subsuelo y levanto un vuelo impecable hacia mi destino. Al aproximarme, salen al paso dos gárgolas malignas. Con un pequeño giro hago que aparezca en mis manos un arco del que salen dos flechas que atraviesan los cráneos fétidos de esos guardianes voladores.
La fortaleza maléfica va a ser destruida y los seres demoniacos exterminados;
Pero, en un instante, una lluvia de flechas negras cubre el cielo; a duras penas puedo esquivarlas. Muchos de los míos caen. Subestimamos el poder del enemigo. Su fortaleza resiste implacable y no sólo eso, si no que al retirarnos, los ejércitos de las tinieblas salen en un feroz contraataque. Es el fin, hay que escapar, tengo que volver por F... (*)
(sueño-pesadilla de una noche de verano)

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