miércoles, 17 de septiembre de 2008

Contando


Nada más entrar en tu casa me recibes con esa sonrisa en los ojos. Se te nota que quieres gritar de alegría como una alarma de banco cuando por fin se hace justicia, pero te contienes empleando toda tu energía en esconder lo que de verdad deseas. Y esta vez lo tengo claro.

He sido convocado con la excusa de que no funciona la calefacción y mientras estoy configurando la consola del termostato, tú te deslizas suavemente sobre la cama deshecha, escondiendo palabras, gestos y sonrisas ante el clickeo de botones que rompe el silencio enviando mensajes como si fuera el tantan de una tribu de pulgas. Controlo la temperatura y creo que aquí se impone un derroche de energía térmica: que se joda Kioto y sus protocolos!

Terminado el trabajo técnico, tú te rindes ante mi sonrisa mis palabras extrañas entran en tus ojos como si fueran un hechizo casero al estilo de esos anuncios de la tele maquiavélicamente diseñados con una parte ambigüa, para que genere una conversación y una propagación viral del producto entre amigos y familiares.
Tras dejarte llevar ante mi ataque de cosquillas, terminamos en tu cama, junto a la ventana donde se pueden ver otras vidas cotidianas a tiro de catalejo, un volcán durmiente, un parque de lectores solitarios y un jardín donde yo te enseño el sentido de la palabra escarcha.

Y tu terriblemente vivo mundo se cierra por hoy con los oídos más antentos que se han visto desde que se inventó el sonido, mientras te cuento una historia de marsupiales dicharacheros del trópico que emigran hacia los bosques boreales, en busca de unas luces misteriosas que sólo pueden verse en invierno; un invierno como el que se acerca, donde tú dormirás calentita y yo envidiaré tus 5 añitos, mientras guardo en mi despensa ganas de poderte dejar algún día las gafas verdes a través de las que yo veo mi mundo.


Cry Little Sister (Gerard McMann)

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