- Hombre, N, ya vives?
- Si, M, claro que si! - sonrío con la felicidad que da la ensoñación matutina.
- Pues yo pensaba que te habías muerto.
- Pero qué cosas dices, M, ay! cómo eres!
Me paro a pensar en la mini conversación vecinal y mañanera. Tengo la tensa convicción de que la gente que menos te conoce te puede decir las mayores verdades sobre ti. Quizás no sean adivinos, claro, pero al menos pueden darte en los puntos débiles que los más cercanos tienen inaccesible, porque tú sabes que te conocen tanto, que tienes todos los escudos deflectores orientados hacia ellos.

Emilio Botín y su botica anticrisis (El Intermedio)
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