lunes, 1 de septiembre de 2008

No cierres los ojos

Si me opongo, me abrazas
Si me quhiero de más, me curas
Si me odio de menos, me besas
Si no te pierdo de vista, me encuentro.
Y cuando no me pasa nada, me pasas tú.

Me despierto soñoliento, con resaca de esa en la que buscas el puto mando a distancia para desactivar la tecla de cámara lenta que alguien apretó en algún momento de la noche anterior. El despertar en slow no borra el reciente mal sueño del accidente. Pienso en él.
A está en mi coche, realmente no es el mío, pero es idéntico sólo que en una versión descapotable inexistente en el mundo real. A sonríe despreocupada y se extraña de que vayamos por una carretera secundaria tan bucólica que en cualquier momento puede aparecer un guardabosques canadiense con su extraño gorrito. Tiene muchas curvas, me dice. Si, contesto, pero es muy tranquila, sin atascos ni malas cosas, aquí no hay ni siquiera carteles luminosos alimentados por cálulas solares. Y entonces su sonrisa se retuerce de golpe y recibo una inyección de miedo que me paraliza los glóbulos rojos: Cuidado, me grita! Sin darme cuenta estamos dentro de una curva demasiado cerrada sobre si misma. Giro el volante de golpe a punto de romperme las muñecas de la violencia, pero el coche ya no responde y hace un trompo tan brusco que no sé cómo no arranco el volante de cuajo. A sale despedida en el instante en que sólo puedo pensar porqué no llevaba puesto el cinturón. Ha quedado tendida a unos metros. Salgo corriendo y lloro con el estómago porque tiene los ojos cerrados. No, no, no. Lloro. Me acerco con la esperanza convertida en abrazo, le hablo, tiene que abrir los ojos y estar despierta porque he visto en alguna peli de médicos que es importante; no te rindas ahora, esto no puede ser... Entonces abre los ojos y sonríe sin fuerza, como si arquear los labios le costara un trabajo titánico. Porqué?, digo. Sólo me lo quité un momento, te lo prometo, balbucea. Lloro otra vez, pero ahora con la frente mientras aparece un tipo asustado. Joder, ve y llama a una ambulancia! le grito. El tipo huye tras un teléfono, como si hubiera visto en mis ojos la prueba de que le mataré si no nos ayuda.
Ella sonríe y yo tengo la angustia y la felicidad extremas de haber estado a punto de causar la muerte a alguien querido y de saber que no será esta vez. (*)

Y vuelvo a la realidad, con la angustia de todos mis problemas concentrados en las pocas células cerebrales que están de guardia en estas tempranas horas de resaca. Me derrotan y me pueden los problemas, casi estoy muerto pero de algún lugar oculto de mi materia gris aparece un pequeño mensaje distorsionado y seguro... levántate, desayuna, métete tu chute de cafeína y volverás a ver cómo no estás dormido, ni muerto ni nada por el estilo, de hecho, para verlo, sólamente te pido que no cierres los ojos. Y entonces recuerdo algo y sonrío.


The Scientist (Coldplay)

2 comentarios:

YO dijo...

Dicen tanto las pesadillas, tanto dicen los sueños, que es una putada que muchas veces no recordemos lo que hemos soñado...

Thabitha dijo...

Eso es que has visto demasiadas películas de Alejandro Amenábar y mezcladas con anuncios de la DGT y noticias sobre el número de accidentes de este verano jaja. Solución: tienes que dejar la cerveza y la televisión.
Saludos!!

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